Cuentos y poemas

 Las visitas

   El sol destellaba sobre el techo del alero  blanqueado  a  cal.  Bajo el alero, las  sombras  se veían  azules.  Al alero lo sostenían dos piezas de adobe.  El patio era de tierra, con algunos frutales centenarios… Yo no sé porqué  estoy contando esto ahora,  sesenta y cinco años después…  El perfume de yerbas y flores aromosas  se metía por todos los rincones.  Las había plantado doña Berta, mi tía abuela, a  agachadas y pasos  lentos,  y mientras plantaba  parecía a veces  como si estuviera rezando...  El aroma de flores, mentas y poleos, todavía me anda por los pulmones y me llega hasta los ojos..Muy de vez en cuando, algunas vecinas  solían  llegar  a comprar flores para sus muertos.  Si el muerto era reciente, daba su pésame;  si era antiguo, cruzaban un par de frases recordatorias   sobre  el difunto.  El ritual  de las visitas, ocurría cada mes y medio y por la tardecita. ..era un día especial  que les hacía sentir un regocijo sutil algo licencioso, pues quebrantaba sus vidas austeras…Ese día, doña Berta acortaba la siesta,  y  con el sol quemante,  entreabría la puerta de su pieza oscura,   y  quedaba unos instantes  mirando  el patio con  ojos  heridos por el resplandor.   Después,  pensando que al atardecer llegarían las visitas, comenzaba  el lento ritual de las visitas…Es como si la estuviera viendo…llegaba hasta la canilla de agua,  se mojaba la cara y humedecía el cabello, se secaba el rostro y, tomando el balde regaba todo el espacio bajo el alero;  después  comenzaba  un barrido pulcro, placentero, gustoso…yo diría, ceremonial. El alero entonces, olía a flores y tierra mojada.. ..Una vez barrido, colocaba sobre la mesita redonda  de mimbre  una carpeta de piola blanca  inmaculada tejida por ella.  Sobre la carpeta colocaba mate, yerbera, un plato con tres tortitas al rescoldo, y en un florerito de vidrio morado un ramito de de flores frescas.  Se colocaba un batoncito de florcitas lilas, se maquillaba las mejillas con polvo de arroz, colocaba la pava sobre el brasero  de tres patas, y mirando las  flores del patio se sentaba  aquietada a esperar  el instante en que oiría golpear las manos…el instante llegaba…Con sonrisa anhelosa caminaba hasta la puerta chueca que daba a la calle;  abría, y frente a ella, aparecían las esperadas: una  señora muy flaca y alta, y la otra baja con  la boca pintada... con suave sonrisas  se daban las buenas tardes…caminaban hacia abajo el alero, se sentaban rodeando la mesa, y comenzaba el gozoso ritual del encuentro con  charlas  íntimas,  de sucesos a veces felices, a veces luctuosos, con  suspiros de:  ¡No me diga usted..!  ¡Pero qué barbaridad..! …¿Vio que se está viniendo el  otoño..?   Esto ocurría una vez cada mes y medio. Una de las vecinas vivía a  treinta metros, la otra a una cuadra. El pueblito era chato, de humildad extrema  como nosotros,  con  frentes de adobe, y gente de antiguos recatos.   Todo olía  a menta.                                                        

 2016





Hacia lo inmenso de todo lo inmenso, la  blancura del sol formaba una sola masa con la blancura de la tierra. Más allá,  se alcanzaba a ver el  pueblito chato.  Acá, algo alejado del pueblo, estaban  los socavones  a media ruina  de la  escuela abandonada.   En uno de los socavones  vivía doña Carmelita.  Socavón por medio vivíamos nosotros, lo demás era soledad. A su socavón, doña Carmelita,  lo había transformado en ofrendatorio con olor a santidad de paraíso.  Los murallones descascarados  estaban tapizados de estampas santas, ramas secas de olivo, una virgen de yeso a la que le faltaba un brazo, cabecitas de ángeles con  alas en las sienes;  a la cabecera de su catre de fierro, colgaba un Cristo y un gallo belicho con el pico abierto lo mismo que si estuviera cantando. Contra la pared de afuera,  tenía un gallinerito   hecho de algunas tablas  y un pedazo de alambrado viejo que le trajo el hijo. Ese gallinerito, desmerecido  y  flacuchòn  como era, no dejaba de aliviarle algunos días de necesidad, mas el placer de sentirse dueña de algo.  Antes del primer canto del gallo, murmuraba un rezo. En su avanzada vejez vivía agradecida de muchas cosas: de estar viviendo tanto, de que no le faltara un mate cocido  en que mojar pedacitos de pan duro,  de poder caminar apoyada en una ramita firme de retamo con curvatura en el  puño  que le había hecho su hijo.  Solo tenía una sola vergüenza que a lo mejor podía ofender a Dios porque consideraba que contenía algo de egoísmo.  El hecho era  que estaba orgullosa de que su hijo ya cincuentón,  le hubiera nacido  algo fallo de la mollera, atontado como quien dice, lo que la hacía dueña de un  niño eterno que solo le pertenecía a ella hasta su último suspiro.  Además, contaba a quien quisiera que Dios al haberle dado un hijo así, más que  agravio, le había otorgado una gracia que solo le es otorgado a seres celestiales, y esto lo certificaba el hecho de que nunca conoció mujer,  y que su hijo era casto de toda castidad,  como lo son  los santos, los ángeles y los arcángeles. Para más dicha,  un domingo volviendo de misa, le confió a mi madre con el rostro iluminado que el cura acababa de venderle un terrenito en el cielo a pagar en mensualidades por pocas monedas.  Mi madre  la abrazó como quien sostiene en sus brazos a la eternidad.  Le dijo que se alegraba infinitamente. Para ese tiempo mi madre era apenas una muchacha, y doña Carmelita  era su única amiga en aquellas soledades.   

2015




Estés donde estés         


…Estés donde estés, me haría mucho bien verte y hablar con vos. Me haría desesperadamente bien. No sabes el bien que me harías. Últimamente no paro de pensar en vos. Yo no sé qué es esta cosa que a veces se me vuelve desesperación de necesidad de verte.  Esta cosa es cada vez más fuerte. A veces es tan  fuerte que hasta me duele el  pecho, y me duele  mal,  pero mal de mal. Otras veces me digo: ¿Me estaré enfermando? Pero no; no es eso, son los recuerdos. Son tus recuerdos. Sos vos, Negra querida. ¿Te acordàs cuando te metía en la locomotora y lo primero que hacías era abrirme la camisa y olerme el pecho hasta que se te corrían las lágrimas y no había forma de pararte el llanto? Lo que vivíamos,  más que vida, era un sueño. Cuantas locuras, ¿no Negrita?  El dolor del pecho, es por vos. Nada más que por vos, Negra; porque si yo me pongo a pensar, a pesar del tiempo y todo, la verdad es que estoy fuerte; y también  me doy cuenta que cuando no pienso en vos, el pecho no me duele. Hablando del dolor del pecho, los otros días fui a darle una mano a Juancito; vos te has de acordar  de él que era fogonero en  esas locomotoras de antes,  esas que andaban a vapor;  yo te lo presenté un día. Para entonces Juancito ya era algo viejón;  un flaco, que para reírse se tapaba la boca porque era desdentado  y vos, así y todo  lo querías,  y hasta lo llamabas tío  porque como sabias que yo nunca te iba a presentar mi familia , lo tomaste como eso, como familia . ¡Cuánto me querías!  Bueno, la cosa es que lo ayudé  a levantar una piecita para el más chico de los nietos que se casa dentro de unos meses. Sudè como perro,  y  ni lo sentí. Y el pecho no me dolió. Por eso te digo que lo del pecho es por vos, y que yo estoy bien. ¿Qué te parece lo de  Juancito que ya  tiene nietos casados?. ¡Cómo ha pasado el tiempo, Negra! Hablando de eso, hoy  si me vieras no me reconocerías. Sigo teniendo algo de pinta,  no te digo que no; pero  se me ha achicado el cuerpo;  he quedado flaquísimo, arrugado, y se me ha caído casi todo el pelo; me quedan cuatro mechas canosas que me  las he dejado crecer larguísimas, y  me las ato con una gomita de esas que usan las mujeres; son de esas gomitas que también se ponen  los pendejos de ahora que tienen el pelo largo. Boludeces como para no sentirme tan viejo,¿No?  Y te cuento esto porque vos siempre me quisiste fuera como fuera. ¡Que manera de quererme, Negra! Te cuento también que me jubilé, así es que desde hace un tiempo me sobran las horas y se me ha dado por ir a perder el tiempo por cualquier parte, plazas, calles, por cualquier parte. Los otros días me rechiflé  y fui a parar al bar La Paz en la calle Corrientes porque  me acordé que ahí a veces van artistas. ¿Por qué carajo me vino ese berretín, no lo sé. La cuestión es  que fui y me senté, pedí  un café y me quedé mirando para la calle ; pero yo sentía  que muchos  ahí adentro , mientras me miraban  , pensarían : este  debe ser un artista . Yo  digo  que eso lo pensarían por el pelo canoso y larguísimo que me llega hasta la cintura, , y también un poco por  lo flaco. Después que salí y caminé unos pasos,  me puse a pensar que  me estaba poniendo un poco pelotudo, porque mientras estuve sentado ahí adentro llegué a sentir una sensación calentita, como la que a lo mejor sentirán los que son artistas. Qué se yo, Negra. Pero volviendo a lo nuestro; como imaginaras,  yo sigo siempre  aquí, en Paso del Rey. Claro que  para vos,  nombrarte  Paso del Rey  es algo  así como  nombrarte   un fantasma,  un hormiguero de misterios, un laberinto  de calles y tumultos de gente entre las que  me buscabas  sin poderme hallar. Si me habrás buscado. ¿Y dónde me ibas a encontrar si yo era casado y nunca te di la dirección . Vos me comprendes, mi vida. Mirà si un día te aparecías y tenía un  requilombo con  mi mujer.  Además, para ese tiempo, con mi mujer ya  teníamos dos pibes. Yo eso te lo conté, lo de los pibes, digo. Si, te lo conté.   ¡Cómo ha pasado el tiempo, mi amor!  Los chicos se casaron y se fueron a vivir por su cuenta. Una vez por semana mi mujer va a visitarlos y se pasa el día con ellos. Ese es el día más feliz de  mi vida. Ese día te lo dedico a vos, todas las horas para vos. Al quedar a solas  busco el recorte del diario con el asunto ese que ocurrió después que yo te abandoné. Desde ese tiempo lo tengo escondido,  y lloro como un hijo de puta, lloro sin consuelo. Estoy casi  seguro que ni vos misma supiste nunca que saliste en un diario porque se ve en la foto, y el diario también lo dice, que se te había ido la razón, que estabas loca; y en medio de policías, rieles, y gente con cara de asombro, te iban bajando de la locomotora, y vos gritabas: -…Déjenme,  yo solo quiero ir a Paso del Rey donde vive el Negro. Déjenme; yo sé manejar la locomotora; yo lo que quiero es ver al Negro… – Así dice en el diario que gritabas, y está tu foto y el del policía que te abraza tratando de arrancarte del último peldaño de la locomotora, y gente mirando, y  vos con los brazos desesperados. Está todo en el diario. Solo yo sé que  eras capaz de manejar la locomotora porque  yo mismo te enseñé  en cien viajes  en los que nos matábamos de amor. ¡Y la moviste; cien metros, la moviste, Negrita vieja! Yo tuve la culpa de tu locura  porque dejé de verte. ¡Que hijo de mil putas!  Pero  no sé si me podrás comprender: es que nunca imaginé que de amor se podía enloquecer. Desde entonces suelo recorrer esos lugares de gente que ha perdido la razón.  Pero no entro.  Los miro de lejos, desde la vereda. Nunca logré  verte. Y es que hay muchos manicomios. Muchas veces se me ha hecho la noche apretado el rostro contra las rejas   viendo el ir y venir  de los  enfermos, y entonces siento que quisiera ser uno de ellos,  que  caminan, que  van y vienen y  no saben que van y vienen. Quisiera ser como vos, que habrás quedado en tu locura como los fuegos de las locomotoras. ¡Dios mío, Negrita! Menos mal que algunas noches cuando me viene tu recuerdo y empiezo a revirarme mal, me voy al café a charlar con los muchachos, ahí me alivio. Son tres viejos cafetineros macanudos que saben mucho de la vida. También saben todo lo nuestro porque yo se lo conté. La otra noche uno me dijo: -Che, y si al fin un día te la encontrás y ella no sabe quién sos?- Eso me jodió duro y mal. Otro dijo: - ¡Cuantas cosas se nos van de entre las manos por miedo, y por cagones, ¿no?  -A ese le di toda la razón del mundo. Pero anteanoche el que más me jodió fue Caciano, que de todos es el que más calle tiene, dijo: -Terminala con lo de la mujercita esa, gil. Si en esos tiempos no te diste cuenta que la mina era capaz de enloquecer de amor y manejar  una locomotora hasta Paso del Rey para dar con vos, ahora  comete el garrón, y cortá el tango, pedazo de hijo de puta.- Vos me conocés, Negrita; no le bajé los dientes porque ya somos viejos, y un poco también porque me acordé que Caciano en un tiempo había tirado los guantes. Pero algún día me la voy a cobrar. Hoy a Caciano, le corté la amistad, no lo hablo más. Yo sigo igual. Y cuando llega el día que mi mujer se va a ver a los nietos, siempre sigo sacando el recorte del diario y me siento a pensar en vos. El día que te encuentre te voy a contar todo esto. Yo sí creo que aunque hayas perdido la razón, al verme te vas a acordar de mí. Que he cambiado mucho, es cierto; pero así y todo, sé que te vas a acordar de mi porque  aunque he cambiado mucho, no es por agrandarme, pero creo que todavía algo de pinta tengo… 

2014 

        Era domingo. Iban cruzando el pueblo en bicicleta. La bicicleta era nueva, sólida, de caños gruesos, pintada de negro reluciente. El, señoreaba sobre ella casi altivo. Pedaleaba suave, casi lento. El hombre era robusto. Le brillaba el pelo negro recién cortado. Vestía traje usado, pulcro. Sobre el caño llevaba sentado un hijo chico. Detrás del hombre, iba la mujer, también robusta, sentada de costado sobre la parrilla; llevaba otro hijo sobre su falta sosteniéndolo con un brazo. También le brillaba el pelo negro abundoso atado atrás con una cinta. Llevaba puesto un vestido de  florcitas lilas muy pequeñas. Iban engalanados cruzando el pueblo. Todo en ellos brillaba, la bicicleta, sus cabellos, y la piel morena de sus rostros. Era domingo. ¿Irían a la casa de algún compadre? Se fueron perdiendo lentos entre coches y gentío. Esto pasó hace años; yo siempre presentí que vi a la felicidad sobre una bicicleta.
31/05/2015





La muchacha

    En este preciso instante en que la paloma sobrevuela el almacén de la esquina de mi barrio, lejos de aquí, miles de mercenarios descargan muerte sobre Siria. En este preciso instante Europa, como una obesa somnolienta y horrorosa, descansa su fugaz fatiga de haber masacrado al pueblo de Libia. En este preciso instante en que la paloma se ha aposentado y camina lenta sobre el techo del almacén, la demencia apocalíptica de EE.UU. urde desesperadas analogías continentales para decidirse de una vez y caer sobre el pueblo de Irán.    El capital enloquece, la prensa universal oculta, miente o calla.   Lejos de nosotros, lejos de la paloma, lejos de los hombres y del caos, arriba, muy arriba, el universo y sus planetas siguen girando  en armonías maravillosas.
   Y aquí, en los confines del continente, más propiamente sobre el techo del almacén de mi barrio, la paloma ha concluido su caminar lento y levanta vuelo perdiéndose en el cielo. Y yo entrando al almacén penumbroso, advierto tras el mostrador un suceso luminoso, inconcebible  y ajeno a todos los horrores del planeta: ¡Carlino está enamorado, silenciosamente enamorado! Un placer manso  inunda su rostro de niño eterno. Carlino está enamorado y tiene razón, la muchacha parece escapada de un cuadro de Modigliani. El ámbito penumbroso de trastos y bolsas que la rodea hace más luminosa su imagen tras las rejas del mostrador. Además usa anteojos finos, lo que le otorga un aura de virginidad académica, imagen impensada en  estas barriadas de changarines, gorriones y calles de tierra.  Carlino tiene razón.  Sus células conmovidas, tienen razón. Nosotros mismos nos asombramos, los vecinos, hombres y mujeres, nos asombramos. No corresponde que esté aquí. Causa pudor solicitarle tres salamines y medio kilo de yerba. Suena a afrenta. Debería regresar a la tela en que la esbozó Modigliani, o deambular traslúcida por solariegos pasillos escandinavos. Además es piadosa. Hacen diez días que viene a darle una mano en el almacén porque Carlino tiene que atender a la madre que está enferma. Carlino camina turbado. En los cuarenta años que dedicó a atender el almacén y a la madre, logró tres cosas; crecer con cuerpo de niño gigante , ser virgen, y poner dos palos de palmeras atravesadas en la vereda para que en los atardeceres se sienten cuatro o cinco vecinos a tomar cerveza con charlas triviales y algún chiste picante que le causan incomodidad. Estos atardeceres rojos dando en los perfiles de los parroquianos, alguna sonrisa, y el paso de algún carro que suele cruzar por las noches conformaron el paisaje de su vida.  Ahora su paisaje está en la muchacha tras el mostrador, y por instantes lo sobrevuelan tristezas. Lo conozco de muchachito cuando ayudaba al padre a herrar caballos en la vereda de tierra y la esquina olía a fragua, yuyos y relinchos de caballos. Para entonces el cuarto estrecho y penumbroso de la esquina ya era almacén. Lo atendía la madre. De niñito ya tenía aspecto de angelote de andar patizambo como gringuito recién bajado del barco. Siempre fue mansamente querible.

   Dentro del almacén y del universo, ha ido pasando suavemente el tiempo. Son las doce de la noche. Carlino mal duerme en la habitación, gira el cuerpo enredándose en la frazada. Sueña con la muchacha a temblores. En la otra pieza su madre duerme distendida en esta remotísima esquina al sur del continente y del planeta. Él duerme inquieto por los desquicios que produce el amor. La madre duerme mansamente, distendida, solo con un poco de fiebre. Nunca hicieron mal a nadie.
(2014)





Este gallo vecinal 
Que canta exactamente a las once y media de la noche
Lo conozco
Me sigue a todos lados
Desde niño 
Pertinaz me acecha con su canto
Y a las once y media de las noches traspasa mis tiempos, mis edades y mis rostros...
Y hoy, hombre maduro en un lugar lejanísimo
Al caserón de mi niñez donde oi su primer canto
Vuelvo a oírlo y me sorprendo
Y digo que es cosa de milagro
Pues de aquellas montañas origen de mi niñez y de su canto
A esta ciudad de cables y de aceros
Hay mucha distancia
Quizá treinta galopes
Si se viaja en buen caballo...
¡Son las once y media de la noche, está aquí... canta casi al alcance de mi mano..!
¡Canta luminoso
Como cascadas de estrellas!
¡Me desborda el alma
Me cubre el cuerpo entero con ramajes felices
Arropándome, envolviéndome a cantos
Que llenan mi garganta con aromas a yuyos y a poleos!
Y por un instante me olvido de mi
Y soy niño y viejo y límpido
Dejando a un costado
Como un bulto... al caviloso...
Este gallo vecinal que me alivia y me sigue desde niño con su canto...







Enredará su adolescencia con la de
ella en la frazada pobre, y haciendo el amor creerá por un
instante que la vida es eso, espasmos y maravillas, ignorando 
aún que el tiempo lo despedazará de realidades y
despedazado lo hará escribir el siguiente poema:
¡Todos oímos el quejido...!
¡Ay...!
¡Ayayay...
¡Ay...!
¡Ay...!
Todos lo oímos
Todos
¿Quién no lo oye?
¿Quién...?
¿Quién?
¿Quién?
Sale del pantaloncito mojado de orín del niño muerto en Irak
Del niño muerto con los esfínteres reventados y el
pelito aún sucio del polvo de la bomba y el pantaloncito
mojado de orín. Está en la fotografía.
El padre de pie entre los escombros lo sostiene en sus
brazos.
No puede creerlo y el niño está en sus brazos tibio
aun con el pelito sucio del polvo de la bomba eternamente
muerto.
¡Eternamente muerto!
¡Eternamente muerto!
¡Oh, Estados Unidos, ¡bestial masacrador de pueblos!,
¿oyes el quejido del niño?
¡Descastados del planeta! ¡¿Quién no oye el quejido?!


2013

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Y allá arriba está Dios
viejo reñidor 
fino al pico 
y muy heridor 
2014  
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Guitarra

¡Quejumbres y alegrías…
Todo lo guardas
Guitarra mía!
¡Y guardas mas aún…
que me conoces
que no hay rincón de mi alma
que no hayas conmovido
con tus voces!
Y cuando me oscurezco
y mi alma se abisma de silencios
y  va de demencia en demencia
te rasgueo suave, aleve, para que me alivies y develes
lo que sé que no existe

y aun así me duele.

2010

En Desmesura

En desmesura siento
En desmesura
En lindes de locura siento
Y del toro embravecido
Soy el turbión del viento
Que corre por su traquea
Y salgo al espacio hecho bramido.
¡Soy el bramido del toro, sí!
Y costillar de mula
Y código de hormigas
Y de aquel gavilán que se mece en las alturas
Soy sus ojos mirando techos, hombres y silencios…
Y soy temblor de la torcas
Que se oculta en la espesura.
En desmesura.
Y la lagartija ínfima y gris
Que acaba de nacer en el desierto
Soy yo
Y con sus ojos de cristales verdes
Miro en asombro, giro y miro en derredor
El tremendísimo suceso de la vida.
Me salgo de la lagartija, y digo:
En desmesura siento
En desmesura
Me abrazo al árbol y soy el árbol
Me abrazo al hombre y soy el hombre
el otro, el abrazado en desmesura!


A la hora de la siesta  

  “…Era la hora de la siesta. La muchacha venía caminado por una vereda angosta de tal estreches que al avanzar, debía inclinar  a veces los hombros a riesgos de rozar algunos de los troncos de los árboles mal alineados, o las paredes de las casas enjutas. La muchacha era del lugar y al avanzar no advertía que estaba caminando por la vereda mas angosta del mundo. Sencillamente caminaba por la estreches sombreada. La vereda  olía a cedrón. La muchacha  avanzaba ondulando esquives de árboles y paredes. La vereda y la muchacha olían a cedrón. El aroma de la siesta penetraba su vestido y su paso

     La muchacha llegó a la esquina y dobló. La muchacha nunca sabrá que el viejo que se detuvo a mirarla quedó conmovido pues le recordó una cita de amor sesenta años atrás.





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Quien no haya tomado mate amargo
mascando vainas de algarroba...tontito es.
Quien detenido ante una vidriera mirando
El maniquí de mirada bella
No haya derramado lágrimas de amor...tontito es,
Tontito y sin el otro lado.

Zuhair Jury 24/07/2013

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Cuando se fue a la verde.

Brizuela se fue a los campos
A los campos de La Verde
Al oeste de Luján
Y medio al sur de Mercedes
Fue a beber en descampados
Fogatas de atardeceres
Y extensiones de milagros
Que cruzan pájaros verdes...
Y fue a ver muy asombrado
Como corre el universo
Sobre cielos estrellados...
Fue a la soledad profunda
Que solo se halla en los campos
A mirar la tarde entera
El suceso inconcebible
De una matita de pasto...
Y fue a abrazarse con Dios
Que habita dentro de un árbol
Y sostendrán una charla
Que guardará para siempre
Pues no podrá descifrarla
Aunque de angustia se quiebre…
Y cuando sus sensaciones
Ya se lo lleven muy alto
Queriendo enlazar misterios
Que al hombre le están negados
Con respeto religioso
A de bajar a lo llano
A encontrarse con él mismo
Y con lo que es cotidiano
Y entonando alguna copla
De esas que inspiran los campos
Pedirá perdón a Dios
Por vivir con la sonsera
De querer ir más allá
De los misterios vedados...
y viendo arder el fogón
y estando la pava a mano
Para dejar de pensar
Cargará el mate con yerba
Y dejando en paz a Dios
Se tomará unos amargos
Sentadito en la matera
Pensando que al aclarar
Enlazará la matrera
Que hoy le quedó sin tusar
Por pasárselo pensando
Siempre en las mismas sonseras

zuhair Jury 2-01-14


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Guitarreo en bordonas

Guitarrero en bordonas
Al son  de un gato
Le chasquea la frente
El mechón lacio.


Rasguea a borrasca
Sobre el diapasón
Yegüas asustadas
Van por el bordón

Y vuelve al rasguido
Surero en el son
Redoblan ramajes
Sobre el diapasón

Y se oyen tropeles
En el arrebol
Furia de torcazas
Ala en conmoción

Las manos del hombre
Sobre el diapasón
Y el gato acabó.

2010

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A Don Julián Centella
Brumoso,
En cafetín brumoso
De voces y ginebras
Trasuntado el cuerpo de olores a arrabal.
A cielos ya perdidos
A corralón
A quilombos
A conventillos
En un rincón
En una mesa
Solitario
Pensando
Está el que ya no está.
Julián Centella
Endeble como de tisis, la silueta.
Apuntalada a malvones y geranios.
Enarbolado en labios rojos de diez mil putas que lo besan.
Está por sonreír
Pero no puede
Malandras del arrabal se lo recuerdan
“El puñal del amor es de dos filos.
Pal’ lao que te entregues quedas herido”
Yo te vi nada más que dos veces
Y las dos en el ocaso del hastío
La primera en un teatro en que Piazzola
Ya venía coloreando el tango del ayer con otro estilo
Vos lo sabías
Y a largarle tu bronca habías venido
Y fue un rasguido
El filo de tu voz
Cortando en la mitad el espectáculo
Y en lunfardo rancio carcelario
Apostrofaste y mal deciste
La controversia temporal
Del hoy y del ayer
Y el argumento
De no dejar en vestigio lo que fue origen, Fundamento, amores de chiruzas y malevos
Y alucinado
Empecinado
Defendiste confines de cielos bermellones
Esquinas de almacén y conventillos
Y hasta nombraste a Arolas
Que murió en pelea de rufianes
Al brillo feroz de los cuchillos
Y como gallo
Que se debate en lona ensangrentada
En oratoria de bute apasionada
Te diste el gusto de batir toda tu gesta
En insigne y magistral prosa rimada
“¿Cazas Manú mi chamullo de sotana?
¡Pirá hermano, que la llevas mancada!”
Se hizo un abismo de  silencio
El aire se podía cortar con el filo de una uña.
Y ahí estaba Piazzola
Quieto
Como un señor, como un grande
Sin un gesto
Eso sí, parecía inmensamente triste
Y guardaba silencio
Esa fue la primera
La segunda
Fue en  una foto
De un diario dominical algo funesto
Se te veía en un camastrón de fierro, rantifuso
Como bien cuadra a quien  vivió en ensueño
Como cuadraba a  vos
Que fuiste
El gran bardo del arrabal porteño
Y el último y final de los bohemios
Y digo que quizá fuese en invierno 
Porque estabas cubierto hasta la barba
Con un grueso acolchado de restazos
Cocidos
Durmiendo.


Mariposa Inerte

Mariposa que el ocho de Abril
Sostuve inerte entre mis manos
Y por la cual casi lloro…
Este es mi patio con olor a bosta de caballo
A humo de tabaco y pollera de vieja
Vuele sobre él su último vuelo
Y sobre mis perros échese a dormir…

 

Casa de Luján

Casona de frutales bíblicos
Donde no faltó la perita de la Virgen ni el níspero…
Paraíso ínfimo y total
Conmovido en flores
Plantadas por la tía Berta
En mi memoria te tengo, te contengo…

Desde el fondo de las umbrías higueras bajaba el agua por angostos serpenteos humedeciendo mentas y poleos…

Paraíso ínfimo y total, retazo breve en el que cómodo vivía y convivía lo cósmico y lo infinito.
En mi memoria te tengo y te contengo
Te huelo y te recorro a leve por no
Inquietar ni la mas mínima brizna de lo que fue.

Patio de antiguos baldosones pobres gastados a transito de vidas, de
pasos, de palabras y ademanes en los que va mi
madre  joven y mi bisabuela hacia la batea
apuntalada  en tunas.

Paraíso ínfimo y total a tu patio lo invaden en regreso los fantasmas de
mis perros  y  en inmensa algarabía me revuelco con
ellos, me revuelco a gritos, a ladridos, en clamor, en
alborozo, y en mi memoria los abrazo, los tengo y los
contengo.

Casona de frutales bíblicos donde no faltó la perita de la Virgen ni el níspero. 
Estas en mi memoria y siendo así 
¿Quien logrará borrar el paisaje vivido? nadie. Y digo más aún.
digo que cuando como en la tonada “…ya no haya
mas cielo ni tierra…” bagará tu patio con malvones  y
perros felices de ladridos sobre el infinito…





La Lagartija

Distante de los hombres
Allá en los desiertos de San Luis
Mas propiamente en la travesía que va de Concarán a Renca.
En la inmensidad de los desiertos
Y al costado de una piedra
Ha nacido una lagartija ínfima y gris.
Permanece inmóvil absorta al costado de la piedra.
Solo sus ojos de un verde inconcebible miran fijos en asombro.
Carece aún del límite de su cuerpo.
Cree que es prolongación del arenal, del chañar, del cielo
Que es total.
Que es universo.
Y teme que de intentar un movimiento se mueva con ella el arenal, los chañares, los cielos
Temiendo permancese
Hasta que un impulso indominable le produce un movimiento
Gira su cuerpo
Mira y advierte que ha quedado desprendida del arenal, de los chañares, de los cielos
Y se echa en asombro a transitar el universo.
Allá, en los desiertos de San Luis
Distante de los hombres
Una lagartija gris.


A mi abuelo
Abuelo cobijador de hijas
Y de infinidad de nietos
Amparador de hambres
Bajo el techo de cañas de tu alero

Abuelo de rasgos aindiados
Amasador de pan y encendedor de fuegos
Amor central, horcón en mis recuerdos

¡Madrugador insigne te proclamo!
Y hermano del lucero
Y mesa familiar
Aromada a puchero

Abuelo
Padrillo domestico
De parral y encina
Y gallo alzado al paso de la vecina


Abuelo con una cicatriz de Rémington
que atravesó el cogote de tu zaino
y se durmió en tu pierna...

Te  traicionó la muerte
En una cama, mansamente
Cuando pedías morir
Por un ideal
Violentamente

Gallo cobijador te llamo
Y luz de mis recuerdos
Te proclamo!
Dibujo de Zuhair en carbonilla de Don Ibrahim Olivera Riquelme , abuelo de Zuhair Jury




La última arrabalera

La última arrabalera
Menuda, octogenaria
Y diabólicamente pintada
Me dijo:
“Tuve muchos amores.
El último fue un gran señor.
La relación duró poco.
Al tiempo me enteré que se había muerto.”
Hizo una pausa, sonrió y agregó: Se murió… ¡Que gil!



¿En que piensas mujer?
…¿En que piensas mujer?
Pienso que en este mismo instante en un lejanísimo charco de Neuquén, se debate un insecto. Pienso si esto el universo lo sabe o  si  yo soy  el universo.